En 1924, Eisaburō Ueno, un profesor del departamento de agricultura en la Universidad de Tokio adoptó a Hachikō como su mascota. Desde entonces, cada día Hachikō lo esperaba en la puerta delantera de la estación de Shibuya para saludar a su amo al final de cada día. Esta rutina continuó sin interrupciones hasta el mes de mayo de 1925, cuando el profesor Ueno ya no regresó, como de costumbre, en tren, pues previamente había sufrido una hemorragia cerebral mientras impartía clases en la universidad de Tokio, y murió. Debido a esto, jamás regresó a la estación de tren, donde su leal mascota lo esperaba. Hachikō demostró su lealtad a Ueno y cada día, por los siguientes diez años de su vida, esperó en el acostumbrado sitio donde se sentaba, justo enfrente de la estación.

Hachikō y yo.
Hachikō Exit, Shibuya Station
MAP
2 comments
Cómo lloré con la película que relata esa historia... buffff. Una vez más los animales tienen otra lección que enseñarnos.
Gracias Clau.
E.
La lealtad es uno de los valores que más se ha perdido en la sociedad actual. Irólnicamente, es algo que todavía apreciamos mucho. Qué quieres de una pareja? Que te sea leal. De un amigo, exactamente igual. La historia de Hachikõ es acojonante porque un perro (animal con menor inteligencia que un humano, al meos genéticamente) nos supera con creces en esta capacidad. Despierta ternura, porque en sus cuatro patitas hay bastante más que en muchos políticos, jefes y demás.
Lo mejor es que se le aprecie tanto en Japón. Dice algo de la gente allí, no?
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