Un otoño bastante poco productivo, en lo que a escribir aquí respecta, esconde tres meses de soledad. En los que batallar sola con la casa, hacer malabares para llegar al trabajo, a las clases de baile y a tener la maleta lista para el siguiente viaje se lleva por delante todo tu tiempo. Aún así, merece la pena vivir la vida pese a que conlleve alejarse de la realidad virtual.
Este finde he tenido visita familiar. Mi primo, - gran triunfador de la Maratón, su mujer y sus dos niñas, una familia encantadora, agradable y apañada, con la que he descubierto un nuevo giro de la ciudad. Pasar tiempo con ellos, rodeados del gentío, me ha dado mucho que pensar. Estos días, el centro de Málaga es una locura. La gente se agobia eligiendo regalos, modelitos y decoraciones. A veces, llegan al extremo de terminar discutiendo (o pegándose, como me tocó presenciar ayer) en medio de la calle.
Mientras tanto, en mi casa, la sobremesa de una simple cena de ensalada y tortilla francesa, terminaba con una niña boquiabierta, escuchando historias pasadas en países lejanos que en su momento, tuve la suerte de visitar. No recuerdo qué bikini llevaba, ni de si a alguien mis gafas de sol le parecieron "lo más" pero tengo muy fija la imagen de aquel atún, grande y plateado, nadando a dos metros de mi nariz sin inmutarse. Tampoco tengo ninguna foto que postear en instagram, simplemente porque la cámara se nos rompió haciendo snorkel el primer día. Y sabes qué? Dio exactamente IGUAL.
Malgastamos demasiado tiempo, energía y dinero en cosas que no nos hacen felices. Haciendo fotos en lugar de vivir el momento. Comprando cosas por aburrimiento. Pasados unos años, no lo podemos recordar. Tenía un iPhone 5, qué bolso llevaba? Y qué más da. Al final lo que único que siempre te acompaña, son las experiencias. Los idiomas que aprendes, los lugares que visitas, las callejuelas por las que te pierdes, el señor de aquel restaurante oculto que te sorprendió con su amabilidad o los dibujos de tus primas, que te sacan una lagrimica en soledad, igual que la nostalgia que te dan los mensajes en el libro de guest and friends donde han firmado todos los que en algún momento, se han quedado en casa.
Malgastamos demasiado tiempo, energía y dinero en cosas que no nos hacen felices. Haciendo fotos en lugar de vivir el momento. Comprando cosas por aburrimiento. Pasados unos años, no lo podemos recordar. Tenía un iPhone 5, qué bolso llevaba? Y qué más da. Al final lo que único que siempre te acompaña, son las experiencias. Los idiomas que aprendes, los lugares que visitas, las callejuelas por las que te pierdes, el señor de aquel restaurante oculto que te sorprendió con su amabilidad o los dibujos de tus primas, que te sacan una lagrimica en soledad, igual que la nostalgia que te dan los mensajes en el libro de guest and friends donde han firmado todos los que en algún momento, se han quedado en casa.
Por eso hoy, que muchos estáis dándole vueltas a qué regalar... Os dejo las últimas fotos que hicimos en Tokyo, antes de mudarnos de vuelta a Europa. Para que os sirva de inspiración y quizás, en lugar de algo caro e innecesario, os regaléis una experiencia que recordar para siempre, con alguien que os importa de verdad. Todos hemos comprado alguna vez esa prenda, gadget o perfume que era totalmente prescindible pero hasta la fecha, nunca me he arrepentido de embarcar en un viaje - cerca o lejos, con amigos, pareja o con mamá... Siempre merece la pena.
Anímate a juntar un par de regalos y explorar un nuevo lugar.
Anímate a juntar un par de regalos y explorar un nuevo lugar.
Y como inspiración... Os dejo unas fotos del lado autóctono del Hanami (los cerezos en flor) en Tokyo. Como podéis ver, se trata de una época muy familiar donde la gente pasa el día sobre una manta de plástico, aprovechando los primeros rayos de sol con sus amigos y familiares.
