Los carriles bici en Suecia tienen signos tan curiosos como éste: Divorcio - padre por un lado, madre por el otro.
Irónicamente, retrata bastante bien mi patética existencia. Que es mucho más amarga que todo lo que hemos cocinado durante el finde, si alguien se lo pregunta. Porque hay muchas cosas que hieren cuando...
Cuando tu mente va por un lado y tu cuerpo, en la dirección contraria. Cuando no entiendes por qué. Te levantas cansada, desganada y tu día, se convierte en una lucha constante. Contra el frío, contra la falta de concentración, contra los malos entendidos, contra los millones de cosas que caen en tu olvido. Contra el aislamiento que deseas, contra la apatía que te acompaña allá donde vas, ésa que hace que todo te la pele.
Tu ropa ya no te sirve. Te sigues matando en el gym. Te siguen dando calambres al estirar. Te hinchas cada vez más. No lo entiendes, porque carece de sentido, verdad? Caminas temblorosa, con un nudo en la garganta, caminas desorientada, hasta ese palacio blanco con un príncipe al que ya no consigues amar como merece. No te aguantas ni tú, piensas desasosegada, porque no entiendes a qué viene tanto drama si tu puñetera vida, es de color de rosa.
Con esfuerzo, te quitas los japi socks para descubrir, entre asqueada y sorprendida, que se te ha caído la enésima uña del pie en lo que va de año. Cenar sin hambre, 90210 y poco más. Te acuestas hinchada como una pelota, para... Levantarte cincuenta veces cada noche, porque hay algo que no te deja dormir.
No lo entiendes. Y te culpas... Porque no hay derecho a ese morro tristón cuando tienes todo con lo que cualquiera podría soñar. No lo entiendes. Estás harta. Tomas la iniciativa en aquello que mejor se te da: investigar.
Recuerdas a Arantxa, la que iba contigo al gym hace unos 10 años, que tenía una enfermedad, tan hiperbólica como su nombre. Pero como lo tuyo es más de estar de bajón - física, emocional y térmicamente, pruebas con el antónimo.
Bingo.
Das con esa lista negra de síntomas. En la que marcas casi todos. Aterroriza... Tanto como alivia. El empezar a creer en que no estás loca, ni depresiva; que no eres una malcriada, ni una ignorante que no sabe apreciar lo que tiene; que no es esta ciudad, ni tu trabajo; que puede que simplemente... Estés enferma y seas una marioneta de tus desequilibrios hormonales.
Como en matemática, toda tesis se puede confirmar o desmentir. Por ello, te diriges al especialista, que por suerte, habla un idioma que dominas. Le cuentas lo que apesta tu día a día, el poco sentido que le encuentras a tu propia existencia, tus pensamientos y reacciones.
Una semana. Tarda el análisis. Una semana. Hasta recibir la llamada. Días que pasan. Un teléfono que no suena. Días eternos, esperando una respuesta. Qué fácil es clamar paciencia, desde fuera. Qué fácil es, cuando no tienes ni puta idea de cómo me siento. Llegar a la oficina es un drama, las horas pasan como minutos, no hay nada que me ilusione, lo veo todo negro y termino sollozando a escondidas, no sé qué ocurre, ni por qué. Es obvio que algo falla, pero no soy capaz de resolverlo. Al menos, no sola.
El que espera, desespera. Yo mientras, cruzo los dedos, por recibir mañana esa llamada, por abrir una puerta a la esperanza e intentar salir de ésta. No me reconozco en esa persona que no quiere seguir adelante, que no encuentra motivos para seguir luchando, que se quedaría bajo las sábanas y que no quiere escuchar, porque ya todo... Le da igual.