La casualidad me enseñó que las ventanas del palacio blanco miran a lo que una vez fue lago.
El Fatburen que desapareció bautizando a unas cuantas calles y al parque de los hemlösa (Fatbursparken) que tanto me gusta mirar cuando estoy en casa. Esta ciudad, siempre oculta alguna sorpresa (como el embarcadero de Riddarholmen que ayer nos descubrió Edgar) que me continúa enamorando así como las nubes matan repentinamente el verano que tan felices nos hacía. Amor y odio, nunca indiferencia, soy parte de ello tanto como es parte de mí.
Crucemos los dedos porque mañana sea un día F12.
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