Alcatraz, 2011/03/07
Por un lado, somos afortunados de viajar a menudo. Por el otro, asusta el darse cuenta de lo mucho que, algunas veces, necesitamos salir de esta rutina. Hoy, ha sido uno de esos días interminables. En los que sales medio mareada. Sólo te queda coger el metro y rezar por llegar a casa sin desmayarte.
Abres la puerta y encuentras al pobre Enrique, haciendo la laundry y mordiendo al aire, por el stress impotente que ha acumulado a lo largo de la semana. Impresiona verle nervioso, pues nunca se inmuta. Por nada. Ahí, te empiezas a preguntar hasta qué punto merece la pena. Para que luego te pongan en la calle de repente, sin avisar. No porque seas malo, sino por una directiva superior. Da igual que el negocio vaya bien, da igual que haya que ampliar otras partes de la empresa. Así son las multinacionales. Crees que eres parte de algo grande, cuando en realidad, sólo constituyes un insignificante número en una gran marea. Como la lotería, nunca sabes cuando llegará el momento en el que seas nombrado… Redundante.
Pero aún así, no perdemos la esperanza. Mientras no nos echen, aquí estamos. Con la oportunidad de cambiar las cosas, de hacernos valer y de aprovechar la oportunidad de hacer algo grande, de verdad. Si no arriesgas, nunca ganarás.
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