Karlsplatz, last weekend.
Por fin somos tres en casa. Enrique trajo (a duras penas) a Byakko en AVE, el Domingo pasado. El pobrecito aparece cada mañana detrás del sofá (creemos que le da miedo la oscuridad o que al menos, echa de menos a su mamá) pero día a día, parece que se va calmando.
Come un poco más, duerme con tranquilidad. Por primera vez, hoy se ha tumbado en nuestro regazo.
Las personas y los animales, no somos tan diferentes. Cuestan los cambios, porque nuestro subconsciente nos dice que "más vale malo conocido..." o porque no somos capaces de ver, todas las oportunidades que pueden llegar a brindar. Si hace un mes estaba muerta de miedo, hoy me siento relajada y feliz (probablemente por la energía positiva del finde o porque simplemente, las cosas empiezan a encajar).
De estar más cerca y poder permitirme soñar con todas esas cosas, que antes eran imposibles de planear. Un finde en Madrid, una escapada a Londres, acariciar al gatito, ver a mis primos o pasear por la playa, después de trabajar. La vida son pequeños momentos que, sin perder la vista al horizonte, hay que tratar de disfrutar.
... ojalá mañana, Byakko ande más tranquilo y se deje fotografiar. Por el momento, nos conformamos con tenerlo en el regazo y que no pare de ronronear.
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