Cuando vivíamos en Tokyo, los rascacielos eran parte de nuestro día a día. Ya fuera en la oficina de Shiodome o desde casa en Daikanyama, las moles de cristal nos rodeaban. Echo mucho en falta el latir de las lucecitas rojas que coronan los rascacielos, siempre me pareció el hearbeat de Tokyo.
Atlas a la entrada de Rockefeller Center, un gran recepcionista, desde 1937.
New York tampoco anda escaso de high-rise buildings, que tienen un encanto especial por su antigüedad. Como vimos en el post de Times Square, Tokyo era una aldea en los años 30 mientras que NY se alzaba como centro del Universo. Aún así, la técnica Japonesa de visitar los pisos elevados al atardecer sigue siendo nuestra recomendación, porque así puedes contemplar las vistas de día y de noche.
Hay quien piensa que subir a los rascacielos es una pérdida de tiempo, un agobio de turistas y un malgasto de dinero. Todos nos sentimos así, hasta que el ascensor se para y las vistas... Ocupan la mente. Si visitáis New York en fechas señaladas (como Thanksgiving), os recomendamos reservar anticipadamente la visita a Top of the Rock - nombre oficial del observatorio del Rockefeller Center - porque os arriesgáis a una sorpresa si vais directamente. Yo estuve en Noviembre, pero no era Thanksgiving, así que por la mañana, tras un paseo temprano (de esos que son posibles gracias al jetlag) por Central Park, no tuve ningún problema.
2 comments
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