Por mucho que se empeñen en decirnos que La Navidad es una época para volver al hogar, disfrutar de la familia y atiborrarse a turrón, emplear las tres semanas con las que muchos nos juntamos (sólo con gastar tres días de vacaciones) en una escapada paradisíaca sigue pareciéndome un plan mucho más atractivo.
Lo de escaparte en invierno es algo muy común en Suecia (por eso del mal tiempo) y en Japón (porque en torno al Año Nuevo tienen 10 días de vacaciones que todo el mundo se coge). Tras cuatro años con esta costumbre, mi experiencia es que se trata de una forma de asegurarte eso de empezar el año con buen pie. Es cierto que en Nochevieja, los hoteles alcanzan precios ridículamente caros, pero una vez pasado el Año Nuevo, las cosas se calman bastante, permitiéndote disfrutar alejado de tradiciones, broncas y comilonas varias.
Este año, acabamos en las Antillas Holandesas (aka Aruba, Bonaire, Curaçao) de la manera más tonta. En Junio, cuando volvía de Kuala Lumpur en un vuelo de KLM, me puse a ver los vídeos de featured destinations donde aparecía Aruba "One Happy Island". Parecía tenerlo todo. Playas, animales, surf y un tiempo excepcional donde la temperatura no llega a los 30C, donde no llueve y se duerme bien, porque siempre sopla el viento. Tras un vídeo de Devin Supertramp, estábamos decididos a comprar billetes y explorar estas tres islas situadas a 25 kilómetros al Norte de Venezuela.
El primer día lo pasamos en Palm Beach, que es la playa al noroeste de la isla, donde todos los hoteles de lujo ocupan la mayor parte de la arena, se niegan a vender bebidas a los que no estamos alojados allí y arruinan un poco la experiencia, como en cualquier sitio donde las cosas están demasiado edificadas. Aún así, el agua turquesa, la arena blanca y la falta de olas, hacen de Palm Beach un sitio donde pasar el día, hablar con iguanas, hacer yoga al sol y aprovechar para dar los primeros pasos con el kite, el wind o probar el flyboard.
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