Son casi las 12, pero se mantienen unos agradables 30C. Respiro hondo, mientras echo la última mirada a Lumphini Park, recordando nuestros primeros pasos en Thailandia, dirfutando del sol y asombrándonos de la naturaleza que explota, a pesar de la polución, al doblar cada esquina.
Los recuerdos se agolpan en mi mente. Cocoteros de Koh Samui, botellas de whisky con GasSoline en los puestos clavados a lo largo de la carretera, mágicas puestas de sol, cenas en la playa, clases de cocina y el tacto extraño de la piel del elefante entre mis piernas. El olor de las brochetas que se asan en cada esquina, la mirada de los monjes que rezan en sus plazas reservadas en el barco que cruza el río. Coronas de flores, sabores picantes, pies descalzos, Budas dorados.
Respiro hondo. Deseo congelar el tiempo. Quedarme ahí, en esa carretera desierta, por la que el TukTuk avanza rápidamente. Quedarme ahí, con el viento cálido en la cara y la mano cogida de quien más me quiere. Quedarme ahí, cuando...
Cuando una moto aparece de la nada. Cuando el único Thai con casco agarra mi bolso de mano. Cuando el corazón te sale por la boca y te sientes estúpida, tirando de esa cadenita, agarrándote al único clavo ardiente, aunque sepas de antemano que no servirá de nada. Los eslabones dorados vuelan en la noche de Bangkok. La moto se aleja. Con tu iPhone, tu cámara nueva y todos los recuerdos del viaje más inolvidable. Ni cartera vintage comprada en Berlín, ni teléfono, ni Lonely Planet, ni cámara, ni fotos, ni aire en tus pulmones.
No lloré. No grité. Me quedé helada. Sintiéndome estúpida. Culpándome por lo ocurrido, por no haber sido más precavida, por no haberlo dejado todo en el hotel. Suerte la mía de no haber salido despedida de un tukTuk en marcha. Suerte la mía de no cargar con el pasaporte, que anda ahora en la agencia de viajes corporativa, consiguiéndome una VISA para dentro de 10 días. Suerte la mía de no haber sido atracada en medio de la calle, de no haber terminado violada o apaleada. Suerte la mía...
Es fácil pedirme que pase página. Es fácil aparentar ser positiva. Pero lo complicado es creerme la película de verdad. Dejar de culparme por arruinarlo todo en el último momento, dejar de pensar en por qué no le dí mi cámara a Enrique, en por qué no dejé el teléfono en la habitación como todas las demás noches, en por qué no llevaba el bolso entre los dos - en lugar de en el regazo, en cómo pude ensimismarme tanto como para no darme cuenta de que la moto acechaba.
Los eslabones vuelan una y otra vez, en medio de la noche, una y otra vez, siempre que se me ocurre cerrar los ojos. Quiero despertar de la pesadilla, quiero que mis fotos aparezcan, que mi cámara siga en su funda verde esperanza, que mi iPhone me mande muchos pings de Vero. Quiero... Pero sé que no pasará. Así que, como alguien me dijo hoy, deja pasar el tiempo.
Es lo único que termina por curarlo todo.
5 comments
Guapa!
La verdad es que siempre que pasa algo asi piensas, "si hubiera hecho esto" etc ... pero tú no tienes la culpa, asi que no te comas más la cabeza porque no tiene remedio ...
Es una putada que te roben ... odio a la gente que roba ...
Un besazo y muchos ánimos guapa!
ya lo siento, menuda putada.
pero piensa q le puede pasar a cualquiera.
ahora a comprarse un camara nueva y mejor, pq tus textos se merecen sin duda una buena reflex, o aun mejor lo mas de lo mas: pequenha pero igual q una reflex:http://www.amazon.co.uk/Panasonic-Lumix-G1-Digital-System/dp/B001KJQZ1S/ref=sr_1_5?ie=UTF8&s=electronics&qid=1268235956&sr=8-5
Piensa que te robó para poder comprar comida
Hay mucha gente en Thailandia que trabaja honradamente, como la familia de Kanja - la chicaThai que, a pesar de estar titulada en Economía, trabaja limpiando mi oficina por carecer del suficiente nivel de inglés.
Robar... Es la manera fácil de afrontar la realidad. Como prostituirse, como Kanja me decía. Sí, habrá chicas que se dediquen a eso, porque es lo más fácil, lo que da más dinero, lo que no te obliga a madrugar ni a tostarte la piel. Pero "no todos somos así". hay mucha pobreza, también mucha corrupción.
Y aunque yo también pensé en algo así como consuelo... Lo retiré rápidamente. Es injusto, que mi novio ahorre para comprarme un regalo de cumpleaños y termine desaparenciendo así. Es injusto, que yo me esfuerce en reunir lo necesario para un iPhone y que me lo arranquen de las manos. No, no me moriré sin ellos. Pero los compramos con el dinero que ganamos trabajando honradamente y nadie, nadie, nadie tiene derecho a robarlos.
A lo largo de nuestro viaje he preguntado todo lo que he podido a aquellos con los que me cruzaba. La mayoría de las historias tenían un denominador común, gente hastiada de la pobreza en regiones rurales, de la explotación en las fábricas/construcción, que torna al turismo como fuente de ingresos más justa. Ganan mucho en cada cosa, venden poco, pero les compensa. Un trabajo desde el que ven la playa, con gente sonriente.
No lo quería justificar, sólo verlo de una manera del tipo "será bien empleado el dinero que saquen vendiendolo"
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