The best place to work - just because I'm there!
Chico, yo no sé si pa'alante, pero desde luego, alrededor del mundo me llevan.
De orgullo corporativo, a orgullo nacional. Pulpjol puebla las portadas Svenskas y la gente te recibe con palmaditas en la espalda. Aquí, tiene mucha más lógica sacar la bandera y cantar lo de "yo soy español" con esa honra y sentimiento que sólo el expatriado conoce.
Ver que el mundo aprecia tus raíces gusta a cualquiera. Cosa que he comprobado hoy, al leer con alegría un artículo en el Nöjesguiden - que viene algo así como el METRO hipster, en el que se lista todo lo que merece la pena escuchar, visitar, ver, bailar o saborear - acerca del país Vasco y su gastronomía llevada al límite hedonista. Nuestro narrador de gafas de pasta se alojaba en el hotel Londres, ese marco donde mi goodfather nos invitó a todos por su cumple, hace ya algunos años. Usándolo como base, dedicaba sus días a la ruta de las tres estrellas. Arzak, Etxebarri y Berasategui. Seguidos de Txokos variados y paseos en la costa. Como Niza, Cannes o Mónaco decía. Pero conservando el encanto de cualquier territorio virgen al turismo masificado internacional.
No hace falta irse tan lejos. Mi colega del gym, ese amable señor que me conoce de poco pero saluda (y desea suerte para el VM) cada vez que me ve, desde que le dio por preguntarme por la máquina de hombro - le haría gracia, con eso de que no soy nativa - hablaba extasiado de Andalucía, en particular, de Medina Sidonia:
- Mira yo... Que nunca he estado.
- QUÉ?
Siempre parece mejor lo que anda lejos, por eso tienen que venir de lejos a recordarnos lo maravilloso que es. Ironías humanas. Suecas quasiAlbinas que se tiñen de castañas - terminando con raíces rubias - y las latinas que acaban con un nórdico de bote -
aunque combine con todo menos con su ** morenote.
Yo... Me miro en Enrique. Lucho por estar tan satisfecha, conmigo y mi circunstancia como él. Sin creerme mejor. Sin acomplejarme por todo lo que los demás son - pero yo no. Sin pretender mutar en quien no soy. Me mantengo firme en que la insatisfacción es la clave del éxito (cuando se alcanza a través de las ansias de superación). Por eso, guardo una pizca de mi descontento existencial y capacidad de tragar quina. Prenden la mecha del petardo que me lleva pa'lante, me guste o no.
Como diría mi goodfather, disfruto al sufrir. Como diría yo, el valor de las cosas está en el esfuerzo que te cuesta conseguirlas. En el trabajo, en las relaciones con los demás y la que mantienes contigo mismo. Por eso, resulta tan irónico que a estas alturas, lo único sobre lo que hablar sea mi obvia androgeneidad. Dice más de tí que de mí, no crees? Y de lo que, en tus adentros, queda por mejorar.
Todo tiene un precio. Pero aun así, el cariño anónimo que calienta a través de toda ventana que te decides a abrir compensa, con creces todo la mierda que inherentemente, por ella se termina colando.
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