Cuando uno viaja a Asia se da cuenta de que, en unos años, el agua se convertirá en el bien más preciado, aquello por lo que la gente pelea, lo que da la vida o la quita. Ni en China, ni en Thailand, ni en India, ni en muchos otros que no he estado - pero imagino que andará la cosa por el estilo - puedes beber del grifo.
Los hoteles te dejan botellines aunque para mí, nunca es suficiente. En Beijing y Koh Samui, compraba garrafas que dejaba en la habitación. En Delhi, rellenaba la botella en la oficina, para contar con medio litro extra al volver al hotel. Tienes sed, aprendes a racionarte. Es irónico. En la más extrema abundancia, del lujo absoluto y los baños más grandes que el salón de tu casa, andas contando las gotas que ingieres. Da que pensar. Como cuando las luces se van. De repente, en todo el hotel. Y la gente, ni se inmuta:
- Es normal. Los generadores saltan varias veces al día. Hay problemas con la electricidad, escasez, como con el suministro de agua.
Las carreteras Indias andan pobladas de camiones cisterna, que llevan agua a todas esas chabolas construidas con placas metálicas. Donde la gente se cobija cuando azota al monzón, donde construyen un hogar para sus probables 4+ hijos. A 40ºC necesitas beber. Sudas. Te entra el sueño. Entiendes que anden tirados entre las autopistas, en ese cachillo de tierra a la sombra, entre los carriles de un solo sentido. Tienen hambre, tienen sed, tienen sueño. Están exhaustos, en un mundo de aire y agua contaminados.
En India no hay control de natalidad, ni de polución, ni de nada. Si siguen así, sobrepasarán a China en número de habitantes sobre el 2030. En India hay mucha gente muy pobre y unos pocos, muy ricos. Como los descendientes del Guru, también conocido como Dhirubhai y descrito, en palabras de nuestro colega Vishal, como el hombre más rico del mundo. Su fortuna anda dividida entre dos hermanos que no se llevan demasiado bien, pero que, de unir fuerzas, constituirían la segunda mayor fortuna del mundo.
Lo irónico es que la historia de Dhirubhai es el sueño de todo indio. Empezar desde abajo, trabajar duro, crecer sobre tu sudor, creer en que tus ambiciones se convertirán en realidad y conseguirlo. Vivir como un Rey, tener dinero y poder. Lo ves en la calle. El país explota. Su poder adquisitivo no será elevado, pero eso no les lleva a cambiar sus hábitos de consumo, sino a consumir más barato. Móviles de TATA que parecen Nokias, INQs que emulan Blackberries, TATAs que brillan como FIATs y zapatos que destellan al sol - el abrillantador que no falte, ni en la oficina.
Cuanto más viajo, más claro lo veo. Cuanto más claro lo veo, más me preocupa. No podemos competir contra la mano de obra barata, los procesos industriales descontrolados, la natalidad que explota y la ambición, de aquellos que nunca tuvieron nada pero empiezan a soñar con lo que sólo nosotros conocíamos. Es justo, no? Hemos pasado demasiado tiempo borrachos y ahora, que empezamos a llevar una vida sana, vienen reclamando su fiesta desde el Este.
Qué va a pasar? Cómo pensamos salir de ésta? No hay respuesta clara ni agradable. Al menos, no para los que vivimos al Oeste. Aunque países como Suecia, que han vivido en el bienestar durante tantos años se planteen el desarrollo sostenible como la máxima prioridad, reciclen el 100%, penalicen a conductores, contaminadores y consumidores masivos. Somos pocos en proporción. Siguen quedando muchos otros que empiezan a saborear el licor del éxito. Y todos sabemos lo que ocurre cuando empiezas a beber... Que el cuerpo te pide más.
No hay más que observar con detalle los cánones estéticos. En India por ejemplo, la belleza femenina sigue asociada a la carne pues supone un signo de abundancia. De exceso. En anillos, en coches, en pedrería, en decoración, en comida, en bebida, en sirvientes, en todo.
Como el niño que nunca puede comer chocolate y se harta en Navidad. Como siempre me contaba mamá, pues era la única época del año en el que disfrutaban del ansiado manjar. No sé. Supongo que el haber crecido con unos padres abuelos que conocieron la escasez de la posguerra en primera persona y experimentaron lo que - si no hambre - significa pasar gana, me ha hecho de otra manera. Me incomoda el servilismo extremo del Leela, me duele tirar comida o malgastar papel. Limpio siempre mi plato y reciclo todo lo que está en mi mano. No, no tengo coche. Me ducho en lugar de bañarme. Pero vuelo demasiado y consumo bastante. Porque, por mucho que intente centrarme en marcas locales, en más calidad y menos cantidad, siempre llega ése punto en el que mi economía no da para más y no queda más remedio que darme al Made In China.
Igual que trato de moverme a diario, intento mantener presente lo que cada compra significa. Un paso en la dirección equivocada. Una donación al crimen, tanto ecológico como humano, al demonio que terminará destruyendo el mundo de bienestar que conocemos. Mucho antes de lo que pensamos.
1 comment
de los mejores posts que has escrito
cuanto mas viajas y mas aprendes te das cuenta de que no hay suficientes recursos para todos
y que si todo el mundo viviera como nosotros necesitariamos por lo menos 5 planetas tierra!
obvio que va a explotar
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