Ha sido un día extraño, de esos en los que nada parece encajar, pero en los que al final, converge a algo con sentido. Un blancazo de más de una hora, cortesía de una loca gritando en la calle y las gaviotas siguiéndola a coro, bajo el sol que ya brillaba a las 5AM, no garantiza un descanso óptimo. Mucho menos un despierte con el pie derecho.
Pero en fin. Lo bueno del curro es que, con ganas o sin ellas, tienes que plantarte ahí a dar el callo. Entre mucho mailing inútil recibes dos respuestas con sustancia.
Una, contiene los comentarios del experto en tus progresos. Que confirman que estabas en lo cierto en mínimos puntos y confundida en el resto. Pero bueno, mejor darte cuenta cuanto antes y empezar a caminar en la dirección adecuada: El problema no son los errores, sino la incapacidad de admitirlos y reaccionar.
La otra, explica la travel policy de Finnair, que cancela toda reserva no confirmada a los cinco días del vuelo. Pero claro, sin VISA, quién se atreve a confirmar un viaje que puede terminar cancelado, previo pago de la subsiguiente 25% cancellation penalty?
Salir a comer demasiado pronto - porque hay quien se tiene que largar temprano - y encontrarte sin hambre, ni hueco en el soleado uteservering.
Pero bueno, siempre está esa oportunidad de cambiar de rumbo. Sólo hay que ser avispada para aceptarla - porque un helado al sol puede cambiarlo todo. Stefan, como MaryPoppins, suele asomar por mi ventana y sacarme de mis encierros confusos en los UTRANsijos que conlleva mi trabajo. Yo, como niña a la que le cuesta pasar la píldora que me dan, me apunto a un bombardeo.
Te vas media hora y al volver, todo se ha resuelto. Recibes la visita del experto, que debe andar aburrido con esto del verano, y se ofrece a ayudarte. Recibes la confirmación de AMEX, tu VISA espera en COMET y llegará mañana a Kista. Sonríes aliviada. Y das carpetazo por hoy, no vaya a ser que se joda el asunto por quedarte demasiado. Hablar con mamá. Coger el tren. Hablar con mamá. Salir a correr. Como de costumbre, con tu música, a tus pensamientos.
Me gusta cerrar los ojos, respirar la brisa, sentir el calor del sol y de la gente que disfruta bajo él. Corriendo, paseando, bañándose, bebiendo, grillando. Son felices. Hasta yo lo siento.
El calor me recuerda a Chicago, cuando salí por la mañana a sudar en el muelle. A Bangkok, cuando Enrique andaba desganado y yo, que me moría del hambre a cada minuto, terminé con un Máster en frutas Tropicales. A NY, cuando al sol del puente de Brooklyn llamé a Enrique, para compartir mi alucinamiento. A Beijing, cuando cosas increíbles pasaron y terminamos perdidos, para encontrarnos la mejor cena y la fiesta más cool en el garito de moda de la ciudad. A Praha, cuando mamá y yo ocupamos la última mesa de Gitanes para disfrutar del concierto más íntimo y encantador de la ciudad, uno de esos que sólo encuentras por casualidad.
{gol de España, by the way}
El calor no es físico, sino mental. Es curioso, sientes sus variaciones al mirar atrás. Inviernos, que parecen no terminar. Veranos, que siempre parecen acabar de comenzar.
Sigo corriendo, me duelen las rodillas, pero todos sabemos que no voy a parar. Mientras corres, todo parece moverse despacio, cuando en realidad sigue exactamente a la misma velocidad.
El mirar atrás te transporta a tu infancia/adolescencia. Cuando mirabas a tu alrededor e imaginabas cómo serías de mayor. Me veía como esa working girl de VOGUE - estresada, estresada pero de Prada. Colgada de un iPhone. Conduciendo un deportivo - small but classy. Ironías de la vida, no podría andar más alejada. Usuaria convencida de metro - cómodo, barato y ecológico, sin ganas de coche, ni tacones, ni maquillaje, ni ropa tan incómoda como cara. Soy feliz con mis bártulos del gym en la mochila, caminando de vuelta a casa, con el móvil colgando de mí y mis trapillos del Blanco, que para los cuatro días que sale el sol, sobran.
Mis prioridades han cambiado. Irónicamente, aquello que nunca formó parte de mi ideal supone un pilar maestro de mis satisfacciones. Nuestra casa, el apoyo honeste cuando más lo necesito, la estabilidad, las pequeñas rutinas y las grandes sorpresas que sacan la magia del día día. No soy ejecutiva, pero me siento respetada, satisfecha con mis pequeños logros y ávida, de mejorar cada día un poco más. Dinero? No hace falta tanto como parecen dictar las glossy pages. Al menos, no a mí. Con que me llegue para pagar mi casa, mi manutención, pequeños caprichos y grandes viajes, me sobra: Puede vivir sin Kellys pero no sin las experiencias y el crecimiento personal que obtienes con los viajes.
{Hablando de sueños, España en la final}
Mark Smith, siempre me hablaba de India y Estados Unidos. Me decía que para conocer Norteamérica, uno tiene que pillar un coche & drive all the way through, East to West. También me decía que una visita a India cambia tu vida. No me quedé a terminar el PhD y tampoco sé si avancé mucho en conocimientos de RF durante ese tiempo (aunque sí de Marketing & business) pero aprendí muchísimo de sus historias, su relax existencial y su pasión... Por todo aquello que le hacía crecer. Mark tenía razón en la mayoría de sus afirmaciones. Supongo que estoy a punto de poner a prueba sus palabras una vez más. Sólo espero que el impacto sea más mental que físico y que consiga mantenerme alejada de ése Delhi Belly mortal.
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