Vuelve sol!

Solando i Fatbursparken

El enano fortachón.

El quebrantahielos, también veranea en la ciudad.

Los patos...

Y yo, con mis patrias.

Lo mejor de Estocolmo son los días oscuros, como hoy.

En los que te hielas al salir a comer, en los que el cielo está negro, en los que el viento sopla con fuerza para recordarte que la ciudad anda más al Norte de lo que parecía durante el finde. Días como hoy, en los que dejas el ante en casa, para calzarte con plástico, que siempre resistió mejor el chaparrón. No puedes evitar la lluvia, pero sí intentar conllevarla de la mejor manera posible. Hasta que pase.

El mal tiempo te enseña a apreciar los días soleados. A exprimirlos. Cada día brillante puede ser también el último. Siempre hay algún inepto al que le cuesta empaparse. Tranquilo, que al año próximo se pondrá las pilas, se encargará de salir cuando pueda. Porque el verano azul termina antes de lo que crees y el invierno negro dura más de lo que te gustaría.

Lo mismo ocurre con la vida. Hay quien se deja achantar por pequeños baches que, al igual que esa pereza, que te encierra a pesar del brillante sol al otro lado de tu ventana, convierten su pequeño grano de arena en la bola de hierro. Ésa que se encadenan al tobillo y usan para hundirse en una miseria que no es tal. Supongo que, como con el sol, hacen falta muchos inviernos duros para saber entrever la diferencia y actuar consecuentemente. Abrigarse en exceso es tan nocivo como hacerse la víctima - si sacas el plumas a -2C, qué te pondrás a 30 bajo cero?

Aunque nadie controle la que le cae encima, todos somos dueños de nuestras reacciones. Sólo es cuestión de cambiar el atuendo como convenga y con ello, capear el temporal.