The prettiest city of all.
Desde que llegué de Chicago ha hecho sol y calor. Casi demasiado, para lo que estamos acostumbrados en Estocolmo. Nos sentimos bendecidos y mi particular adoración consiste en bajar todos los días a comer al aire libre, ya que supone una buena manera de recargar pilas y desconectar de mis ralladas documentales. Suecos, Spanskas, Chinos, Canadienses, lo que se tercie. Nadie - aparte de algún spanska que no ha sufrido lo suficiente estos climas - le hace ascos al rayo de sol del mediodía.
Irónicamente, cuando más razones hay para sonreír, nos vienen las caras largas por otro lado:
- Se os ve muuy bien... {me decía Laura}
Yo sonreía para mis adentros y asentía, pensando en el si tú supieras... Que toda relación a largo plazo conlleva. Porque no es cuestión de celos ni de desamor, sino de rutina, stress, cansancio acumulado, falta tiempo libre y sobran responsabilidades. Sí. Llega el finde y todo cambia. Pero el 70% restante, tenemos que convivir. No siempre es tan fácil.
Está el que peca de sermonero y se preocupa por todo, el que se pasa de huevón y anda tranquilo, aunque haya cosas que se queden olvidadas entre medias. El que habla por los codos pero termina cansándose de oir su voz resonando solitaria entre cuatro paredes. El que no dice nada pero termina harto de que siempre le estén comiendo el tarro. Si el complementarse es aparentemente, la clave tras el equilibrio óptimo, puede convertirse en la fuente de demasiados malos entendidos que terminan en tragedias cotidianas.
Cómo arreglarlo? Paciencia (y buenas löppningrundor - corridas)
Lo bueno es que, como nos demuestran los problemas reales, esto no es más que una forma de buscarnos entretenimiento... Cuando no pasa nada más grave, nada de lo que realmente haya que preocuparse. En el fondo, supongo que ahí queda la magia, no? En que, al más mínimo bache, las tontadas desaparecen. Y sólo nos queda todo lo que tenemos: El uno a la otra.
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