Sweet - huh? Sorry, the boy is MINE.
Zorras. Mirar pero no tocar.
Me encanta arreglarme, arreglarnos, que todos nos pasemos con el vino y salgamos por ahí a bailar. Como en los viejos tiempos, al Solidaritetet. A hacer cola y rezar, por que nos dejen entrar. Una copa, dos canciones más. Todo como siempre, hasta que viene la maja a tocar las narices o, mejor dicho, la pajarita en este caso.
Enrique me llama pandillera. Yo, sé lo que me hago. Porque como buena hija única, soy una egoísta a la que le crispa los nervios que le toquen el material. Sean mangos o pajaritas, la manita, mejor te la guardas, por lo que pueda pasar. De la misma forma que no entiendo al machorro español, que opta por agarrarte de la cintura sin conocerte de ná, no soporto a la putilla rubia que viene a sobar pajarita, en cuanto te das media vuelta.
Lo peor del cuento es que, en este país, un hombre no puede sobar, pues seguro que le terminan por denunciar. Una chica? Se harta zorrear, calentar, refrotarse en discotecas guarruzas porque goza de una impunidad total. Es deprimente. Verlas cual gatas en celo, restregando el culo para luego largarse con otro de más allá. Por supuesto, no se puede generalizar. Pero esto viene a ser bastante común, entre los bimbos de Stureplan.
Da bastante lástima, que en un país donde la igualdad es un hecho, haya féminas que se arrastren en un intento - a mi juicio - de recuperar un poco de seguridad personal.
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