Japón es un país volcánicamente activo. Donde aparte de terremotos, hay aguas termales que surgen de cualquier grieta. De ahí que la cultura del onsen sea tan tradicional como las geishas.
Cuando Stina estaba aquí, pasamos una tarde en el Oedo Onsen Monotagari, que es una especie de parque de atracciones construido en torno a las aguas termales que brotan en Odaiba. Si vienes a Tokyo de vacaciones y te aparece probar, el sitio es más que recomendable. A 15 minutos de Shimbashi con la Yurikamome Line, es perfecto para acabar el día, cenar, tomar una copa o simplemente, relajarte en el agua o en el área de recreo, que está decorada como un pueblo de la era Edo (en la que Tokyo se convirtió en capital de Japón).
Sin embargo, la experiencia real anda alejada de este sitio tan a la mano. Así que con más tiempo (u obsesión por los balnearios) te recomendamos que cojas un tren hasta Minakami que es una zona montañosa, a 70 minutos en tren de Tokyo, donde el agua caliente abunda más que la hierba. Hay múltiples hoteles, donde el alojamiento da derecho a usar el baño termal del sitio en cuestión, pero probablemente, el rotenburo (露天風呂) más impresionante y grande de Japón sea el situado en torno al río Takara: Takaragawa Onsen.
Consta de tres enormes baños mixtos, conectados por un puente sobre el río. En el primero, la temperatura del agua son unos 35C pero para los aguerridos que cruzan hasta el último, el premio aguarda con un mágico chorro a casi 70C, que es capaz de relajar las tensiones al salaryman más estresado. La entrada cuesta 1200 YEN por persona (unos 12€), una cantidad irrisoria cuando la comparas con la experiencia que aguarda tras esas austeras puertas.
Esto no es un SPA de lujo, ni un hotel impresionante. Simplemente, la integración perfecta de la tradición nipona que se funde en un impresionante marco natural. Minimalista, zen e inolvidable.
Puedes consultar el trayecto en Hyperdia pero básicamente se trata de coger JR Joetsu hasta Minakami Station. Allí, cambias al bus municipal número 4 y en media hora, estás en el onsen. Con lo que el trayecto Tokyo-Takaragawa son unas 3 horas y media.
El camino resultaba bastante más idílico de lo que esperaba en Minakami: Nieve, frío y una carretera que nunca se congela, al estar regada por aguas termales.
Aquí los chorritos de agua termal, pasando el rato mientras llega el bus.
El interiorismo del restaurante en Takaragawa Onsen es rústico y kistch, con ese encanto que sólo las cosas de pueblo tienen.
Todo esfuerzo tiene su recompensa. Metida en agua a más de 40C, cualquiera se ríe de la nieve.
Puente nevado, que algunos aguerridos, atravesamos descalzos.
Idílico.
Deberían ponernos uno a la entrada de la oficina.
Todo muy natural. El agua tenía pequeñas hojitas.
El baño más grande, visto desde el otro lado del río.
Musha felicidad.
Más puente helado.
Todo lo bueno termina y al caer la noche, toca emprender el camino a casa. Aunque para nosotros, la oscuridad marcó el comienzo de la aventura.
La furgoneta del onsen nos dejó tirados en medio de la nada, junto a la parada del bus que nos llevaría de vuelta a la estación de tren. El horario del bus decía que nos dejaba a las 18:27 en Minakami. Nuestro tren, salía a las 18:37 hacia Tokyo. El agobio - además de frío - se lee en mi cara.
Mucha nieve y un teléfono de la esperanza.
El caso es que se apareció la virgen, el dragón, buddha y lo que hiciera falta. Llegamos a tiempo y aunque tarde, conseguimos cenar tranquilamente en casa.
1 comment
Impresionante. He encontrado vuestro blog a través del foro lonelyplanet. No me quiero ni imaginar lo que siente cruzando el puente, ni auqnue sea al salir de un baño caliente xD
Enhorabuena y feliz estancia en Japón.
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