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12.2.14

El miedo




Está nevando en Tokyo. Quizás la nevada más grande de los últimos 20 años. 

Verlo todo cubierto de blanco, me da que pensar. En el futuro. En dónde está mi hogar. En si es una buena idea tratar de volver hacia atrás o si merece la pena volver a cambiar, cuando quiera que se acabe nuestro tiempo in Japan

Días como hoy, me recuerdan lo duro del clima sueco. Pero también lo maravilloso de mi vida allí. Aquellos Sábados por la mañana de paseo, hablando por VoIP con mi mamá. Las tardes de cine, las fiestas en casa, las noches de verano, los paseos en barco. En Estocolmo encontré un piso, un barrio, una rutina, una vida en la que tenía tiempo libre, para cuidarme. Hacer deporte, viajar, estar relativamente cerca de mi familia y ser residente en una de las capitales más cosmopolitas de Europa, con todo lo que ello conlleva - incluyendo las rebajas de Acne :P.

En días como éste, me da mucho que pensar. En lo difícil que me resulta tomar decisiones. En el miedo que siento ante la idea de cambiar. Supongo que en el fondo, no es más que mi propia inseguridad. Tengo miedo a fracasar en un nuevo entorno social y laboral. Por eso me bloquea, esto de pensar en volver a empaquetar mi vida en cajas, en emprender el camino hacia una realidad diferente. 

Sin embargo, como me dijo mi amigo Jonas hace un tiempo, desde la voz de la experiencia ya que él pasó por esto una vez, no es una buena idea tratar de volver atrás. Nada sigue en el mismo lugar. Tu entorno ha evolucionado, igual que las experiencias al otro lado del mundo te han cambiado. Nada es lo que era, por mucho que nuestra mente nos la quiera jugar, mostrando esas imágenes que representan nuestras experiencias, un tiempo atrás.

Hay quien nunca experimentará lo que es irte, durante tanto tiempo. El no sentirte preparado a volver a tu país de origen. Porque ya no lo es, en realidad. Aquí o allá, que más da. 

Ser un expatriado durante más de 5 años (aproximadamente) te convierte en un individuo glocal. Que aprende las costumbres de su punto de residencia actual, pero tiene una identidad extraña. Donde su país natal es la materia prima, que ha sido moldeada a base de los tumbos que ha ido dando, por aquí y por allá. De ahí que seas esta mezcla rara, que no está ni del todo bien, ni del todo mal, en cualquier lugar. Cuanta más gente diferente te cruzas, más tolerante te vuelves. Cuantos más idiomas aprendes, menos te cuesta enganchar uno más. Cuantas más cosas pruebas, menos picajoso eres. En el fondo, tras lo que he pasado en Japón, desde los shock sociales hasta conseguir hacer lo que quiero en mi entorno laboral, sé que puedo adaptarme a cualquier realidad.

La pregunta que me queda abierta es, donde debería irme, dónde será más fácil alcanzar la felicidad? 
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8 comments

Monica said...

Mi padre era directivo de Iberia y cada X años, según avanzaba en su carrera, lo trasladaban de un sitio a otro. Desde que era bien chiquitina mi madre me decía "cariño, no te acostumbres mucho que cualquier día nos tenemos que ir". Y aunque a mucha gente sé que le suena muy cruel, a mí nunca me importó. Sí, me daba pena dejar algunos amigos atrás pero también me alegraba muchísimo de dejar a otra gente que no me gustaba nada y, por encima de todo, me encantaba la idea de tener la oportunidad de volver a empezar. Que en el cole tenía fama de parlanchina y todos los profes me tenían ya etiquetada? No pasa nada! Trasladan a mi adre, me cambio de colegio, nadie sabe quién soy y me puedo reinventar cuantas veces quiera.

Yo ahora mismo estoy en una época en la que más que miedo siento PÁNICO a lo contrario, a no cambiar. Llevo tropecientos años ya en España, sin moverme, por unas cosas o por otras. Llevo 3 años viviendo en el mismo pueblo y mi mundo cada vez se vuelve más pequeño. Da igual cuánto viaje (y afortunadamente viajo MUCHO), me doy cuenta de lo limitada que estoy y de lo chiquitín que es todo a mi alrededor. Y me da pavor pensar que tengo 30 años y que me voy a quedar así, con un mundo en miniatura, para siempre. O hasta que sea demasiado tarde.

Doy fe, nunca nada es lo mismo cuando vuelves. Para ti esa realidad se ha quedado igualita en tu cabeza pero, como si fuera un mundo paralelo, para los demás ha cambiado enormemente. No creo que eso tenga que ser un problema per se, pero sí creo que uno debe ser muy consciente de ello cuando ajusta las expectativas del regreso.

Y en todo caso, alguien me dijo hace poco que, ante 2 alternativas, lo mejor era siempre escoger aquella que te permitiera ir a por la otra si la cosa salía mal. Y la otra SIEMPRE es volver, verdad?

Yo te diría: vete, y vete lejos. Ya volverás, sea lo que sea que eso signifique. Porque al fin y al cabo tener varios sitios a los que volver no puede ser malo, verdad? Y quién sabe durante cuánto tiempo más vas a poder seguir yéndote. Yo creo que la felicidad está en hacernos grandes viendo y viviendo todo lo que podamos. Y si la felicidad no está en un sitio sino en varios?

Ps. Me siento un poco

Monica said...

Ps. Me siento un poco "Dra. Amor" con tanto consejo pero es que no deja de fascinarme que tengamos preocupaciones tan radicalmente opuestas exactamente en el mismo momento de nuestras vidas! Y si a mi me hace darle otra vuelta de tuerca leer tus preocupaciones "desde el otro lado" a lo mejor a tí también te sirve de algo ver el otro :-)

Clau said...

No podría estar más de acuerdo con lo de "vete, vete bien lejos" porque en eso reside la fascinación que me causa el vivir en un entorno extraño.

Pero por suerte o por desgracia, mi criterio es uno. Y somos dos en esta casa...

theROOM said...

A mi hermano siempre le preguntan... cuándo vuelves a casa? Y el siempre contesta... cada noche.

Anonymous said...

Yo también soy partidaria de "irse lejos"... No entiendo que haya gente que le guste vivir toda la vida en el mismo sitio. Yo me iría a casi cualquier sitio. De momento, ando por el norte de Europa. Para volver, siempre hay tiempo... :)

Clau said...

Creo que cuantas más cosas pruebas, menos importa donde estás. En mi oficina hay unos cuantos "expats de libro" que han vivido un año en Suecia, otro en Australia, tres en Irlanda, cinco en Japón. Van, vienen, vuelven a venir... Lo mejor y lo peor de la movilidad es que no conoce límites, más allá de los que marcan la gente que acarreas contigo (i.e. La razón principal para quedarse/volver es la escuela de los hijos, el bienestar de la esposa) lo cual puede ser frustrante a veces para el individuo, que tiene un trabajo excitante y remunerado, pero se ve obligado a "abandonar el edificio" porque su mujer no acaba de encajar.

Pero en eso consiste la vida en común. En sacrificarte a veces por "el bien de otros".

Clau said...

Un grande, casi tanto como tú :*

Anonymous said...

Yo tambien he vivido una vida de nomada. Cada vez que regreso a Tokyo, mi antigua ciudad de residencia de casi cinco años, para pasar una corta temporada, de una o dos semanas, recorro todos esos rincones que hace años yo vi y visité, recordando con nostalgia aquellos momentos, fugaces, pero todavia, extrañamente, tan frescos; y me vuelvo a sentir, como si he vuelto a casa; pero, camino y camino, por las calles, trillando la ruta, como buscando algo, o alguien, lo intangible, y me siento subitamente solo, como un extrangero; y siento un nudo en la garganta, mas las lagrimas no salen. Ver un lugar familiar que me atrae viejos recuerdos, me hace sonreir, y nuevamente me siento feliz. Y me digo, por aqui pasé hace tantos años. De nueva cuenta debo hacerlo, pero estoy en otro lugar en este momento, y es tiempo de moverme nuevamente. Yo he comprendido, al fin, que yo no soy ni puedo ser parte de este mundo. Despues de todo, asi somos nosotros los Cristianos.

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