Cuando llegamos a Japón, Enrique me compró esta orquídea para alegrarme el shock inicial.
De alguna manera, ambos le cogimos cariño. Al seguir floreciendo, regularmente año tras año, demuestra que por mal que estés, siempre hay luz al final del túnel. Suele ser cuestión de tiempo (y de rayos de sol).
Está prohibido traer plantas de Japón a EU, así que nos la metimos de estrangis en la maleta, porque no la podíamos abandonar. Ha perdido unas cuantas flores y no consigo encontrarle un sitio tan bueno, como el que tenía en el alféizar de nuestra antigua ventana. Este piso es una casa de extremos, o demasiado sol, o completa oscuridad.
Es una plantita fuerte y se recuperará del golpe. Igual que yo (^_^)
Los que trabajéis, ánimo que es una semana corta (y paciencia con la Semana Santa).
El resto, a disfrutar de las vacaciones.
1 comment
Lo mejor de las orquídeas es que dejan claro lo que explicas, que siempre llega la primavera, y la pasada parece tan lejana y tan poco importante...
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