
Dios mío. Shock. Dios mío. No me lo creo, no puede ser verdad, no, tú no joder.
Porque mi favorito no es Andy, sino Robert. Su cabra, su logo para Moderna Museet, su sonrisa, su alegría de vivir, su espíritu, su creatividad, su eclecticismo, sus combines.
Porque sí, su exposición era el show itinerante aquel mágico domingo de invierno en el que descubrí el Moderna Museet.
Porque sí, su voz risueña, su falta de pompa y naturalidad, me mantuvieron pegada a sus videos, performances e historias varias durante más de tres horas.
Porque él, marcó un antes y un después en mi forma de pensar, intereses y maneras de percibir la realidad.
Porque más ironía sobre uno mismo es lo que necesita el elitista mundo del arte moderno.
Los genios no necesitan dárselas.
Y él, era mucho más que eso.
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