La vida es como la quincallería del Hell's Kitchen Market... Nunca sabes lo que te va a tocar!
Hoy, primer día de la semana en el que he conseguido mantenerme despierta en torno a la 1 - cuando por, alguna inexplicable razón, caía rendida sobre la mesa de mi despacho - reflexionaba acerca de las vidas relativamente paralelas Stina, Bárbara, Fer y Ricardo, cuatro amigos, con cuatro historias diferentes y un punto en común: Esas dudas que todos albergamos sobre el futuro.
Stina, con sus días de vino y rosas en NY. Aunque es consciente de lo irreal de su situación - live fast, die young kind-of - siente que quiere quedarse un tiempo más allí, experimentar una vida real a la americana, con sus long-working hours, el buen sueldo y la simpatía de esa gente que nació en un país donde todos nos sentimos en casa. No sabé cómo. Busca y no encuentra. Tira de sus contactos, pero no consigue el premio gordo, pues el trabajo que le permitiría quedarse y pagar todos sus gastos... No aparece.
Bárbara, sin embargo, ve los toros desde el otro lado de la barrera. Desde la perspectiva de aquél que lleva 3 años en un curro, donde conoce a la gente, donde se siente cómoda, donde ha ido subiendo y ocupa una posición estable, con algo de responsabilidad y el estrés justo. Cada dos meses a la madre patria, el resto del tiempo, tirando como puede.... Zas! La crisis golpea de nuevo. Dan cerrojazo a tu oficina. A la puta calle, con otros tantos como ella, que curran mucho y bien, pero salen más caros que los chinitos en Beijing. Es duro aceptar esto cuando apenas has cumplido el cuarto de siglo, pero éste es el tiempo que nos ha tocado vivir - y qué va a hacer? Pues no pensar y seguir adelante.
Fer, el más cool de todos los que nos quedamos, parece tener un golpe de suerte. A puntito de terminar su segunda titulación, anda de entrevistas en esa ciudad que le tiene robado el corazón. Inciertas, porque no hay nada seguro, pero llenas de ese cosquilleo que entra cuando quedas por primera vez con el chico y sueñas despierta con que termine bien.
Ricardo, afrontando el drama que conozco demasiado bien. Cerrar una etapa en la que lo único claro es que no eres feliz? Aunque eso signifique decir adiós al salario fijo que te mantiene? Para qué? Para lanzarte a la piscina del país con mayor desempleo en Europa? O para quedarte en la tierra congelada, a miles de km del único corazón que hace latir el tuyo?
Recuerdo cuando hace tiempo pedía estabilidad en mi vida. Dejar de correr de un lado a otro, de dudar sobre mi trabajo, de mudarme, de ir como pelota de trapo. Ironías de la vida, ahora que por fin he llegado a un punto más equilibrado, debo admitir que, aunque aburrido a veces (día tras día, la misma ofi, el mismo gym, los mismos chicles, el mismo café, el mismo tren, las mismas nubes, la misma cena, la misma serie) soy feliz en él. Me da paz.
Aunque haya tenido que irme a la otra punta del globo para darme cuenta de lo que los añoraba - a mi equilibrio, a mi rutina, a mi amor.
Peor aún es, como cualquiera que tiene un tesoro, el miedo a perderlo.
Sin embargo, si algo hemos aprendido de la crisis, es que hay demasiado que escapa a nuestro control. Las empresas cierran y no se debe a que seamos vagos. Los trabajos escasean y no se debe a que no valgamos. La gente es rancia y no necesariamente indica que seamos insoportables. Así que, como claman los protas de 90210 desde la camiseta que Bárbara me regaló... Don't think, just enjoy the ride.
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