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5.12.09

Family Matters



Al pobre Enrique le ha tocado trabajar hoy. Sábado, en la oficina a las 8AM, mientras yo andaba perdida en sueños extraños donde mi peine aparecía fundido, cual reloj de Dalí. Horas más tarde, cuando mi ligera resaca - que el vino tras la cena nunca me sentó bien, por agradable que fuera acabar el viernes entre amigos y sangre, en Vampire Lounge - me ha dejado, me he puesto en marcha, a por uno de mis eternos paseos por mi querida (y nublada) ciudad.

6C. Todo el mundo disfrutando de las altas temperaturas, que han dado un respiro, tras el frío del martes pasado (como unos 12C menos), corriendo, paseando, comprando regalos, lo que fuera. El caso es salir de casa a airearse, para una vez que no se muere de frío en el intento.

Me gusta recorrer Södra Malärstrand (la orilla noroeste de Södermalm) seguir el camino hasta Långholmen y cruzar a la isla contigua por Västerbron, que comunica Södermalm con Kungsholmen (dos de las islas más importantes de la ciudad). Cuando miras a lo lejos, más allá de la ciudad, la mirada se pierde entre miles de islotes y agua. La línea costera está fracturada en miles de trocitos, tanto aquí, como en Finlandia, con lo que los islotes se convierten en algo tan nórdico como el pelo albino.

Al mirar al mar, pensaba en mi abuelo. En las historias que mi tío Harald me contó el finde pasado, en nuestro primer encuentro ever. Mi abuelo trabajaba en un barco mercante. Tan Gallego como Replublicano, embarcó y, cuando se quiso dar cuenta, la guerra había estallado en España, con lo que su mejor opción fue la huida hacia adelante... O en su caso, hacia Noruega. Donde se instaló, huyendo de un régimen dictatorial y, tristemente, dejando a una mujer con tres hijos, detrás.

Poco duró su paz, pues los Nazis lo apresaron, al conquistar Noruega en 1940 y se lo llevaron a varios campos de concentración. No hay mal que cien años dure, ni imperio que no decaiga, sólo se necesita paciencia y algo de suerte, para sobrevivir a Dachau y seguir en pie al tocar fin la Segunda Guerra Mundial.

El pobre Ramón, salió del campo. Y supongo que se paró a pensar en qué hacer. Volver a España a ser perseguido? Quedarse en Noruega e intentar empezar de nuevo? Sumando a la ecuación el retoño rubiales de, por aquel entonces, 5 años que, no había conocido a su padre, la respuesta parece clara, no?

Mi abuelo volvió a Noruega y allí se quedó. Para siempre.

De aquella relación nació, algo más tarde, otro niño (Harald) que, por alguna extraña razón, en lugar de avergonzarse de sus orígenes sureños, se sentía orgulloso de ellos y quería saber más, sobre sus raíces, su cultura y la familia que esperaba noticias al otro lado del Atlántico.

Fue mi tío Harald quien nos encontró, quien se puso en contacto con nosotros, quien me llamó, hace ya tres años, mientras preparaba mi primer examen de sueco en KTH y me habló en sueco, inglés y español con acento cubano. Quien se presentó, quien me presentó a la persona más importante de su vida... Su marido, David.

Tres años hablando por teléfono, mandándonos emails. Tres años contando esta extraña historia y bromeando, acerca de lo raro que tiende a ser todo aquello que me rodea. Tres años hasta el finde pasado, cuando al fin, la familia cenó reunida. Y me dio que pensar. Demasiado.

Por un lado, es genéticamente probable que tengamos mucho en común. Por el otro, nunca hemos compartido nada. Para mí, el cariño, la familia sólo tienen sentido cuando provienen de una lucha común, de un apoyo, de una confianza, de saber que estarán ahí cuando los necesites, porque importas, tanto o más que lo que el resto te importa a tí. Sólo el tiempo, el afrontar adversidades y disfrutar éxitos juntos puede derivar en esa simbiosis social.

Mi madre nunca conoció a su padre. Mi madre nació de un padre distinto al de sus hermanos. Y qué? La abuela luchó por todos ellos (y por los sociatas de este país, de paso :P), fue madre, padre y lo que hiciera falta... Vivió con ella hasta que un cáncer la arrebató de este mundo y la apoyó en todo momento, ayudándole a luchar por mí y por lo que hiciera falta.

Quizás es mi herencia, la que me ha hecho evolucionar con estas creencias. Quizás he menospreciado demasiado a la genética y por eso, ahora me encuentro algo confusa, cuando al conocer a mi tío, finalmente, tengo demasiada confianza con él, como si ya lo conociera de antes... Así que, a la mierda, aquí os dejo con mi recién estrenada rama familiar:

Harald & Migdalia (la mamá de David)

David & me.
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