Los días pasan. El viernes me largo a China.
VISA, billete, Lonely Planet y un susto bastante considerable. Me da pánico lo que pueda pasar durante ese solitario finde turístico. Aunque supongo que tengo todavía más miedo de liarla en el meeting al que voy. Esto de los standardization processes es una movida. Porque yo no voy ahí como yo misma, sino en representación de. Porque no puedo decir cosas como "esa propuesta es inaceptable" ya que pueden demandarme si les da por retorcer las cosas y meter a abogados americanos en el asunto. Ey, que estoy contenta! Soy muy afortunada de ser joven y, aun así, poder estar en esa posición, pero supongo que la presión empieza a hacer mella en mí.
No es fácil ser ignorante.
Cosas que petan, historias a gran escala que terminan colgando de mí. Los estudios que terminan desembocan en presentaciones ante los jefes. Más spotlight. Se cumplen las 10h entre esas cuatro paredes aunque por alguna extraña razón, cada día que pasa, entiendo menos que el anterior. Se me escapa cómo funciona todo, empiezo a dudar de mí misma.
Llegar a casa. Sin tiempo de irme a correr. Suerte que estoy sola. Y me queda media hora para desconectar en silencio y hacer algo estúpido con las manos, como hornear muffins. Tontería. Puede que no tanto. El caso es que me hace olvidar todo lo que llevo encima. Sonríe al llegar a casa y descubrir el aroma dulzón. La cosa mejora de repente. Y cruzo los dedos para escaparme antes de la oficina mañana, para que sea una tarde de libertad en la que desconectar y reponer energías para la semana que me espera. Cara de póker permanente entre geeks que me triplican la edad. Dios me coja confesada.
Supongo que todo sería más fácil si él viniera conmigo. Al menos, el finde estaría salvado y las tardes tras los meetings se traducirían en aventuras entre chinos, en lugar de aburridas cenas de empresa. En fin, veremos lo que pasa. De la gente más distinta a tí es de la que más aprendes, puede que todo termine mejor de lo que vaticino.
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