Siempre odió sus cuernos. Pobre Kiwano, se escondía entre las hojas avergonzado. Le encantaba el sol, pero aun así, no se atrevía a asomar la vista, pues temía que las fresas se burlaran de su rugosa piel, que no era competencia en brillo o suavidad.
Los meses pasaban y ahí seguía, cada día más gordo. Los demás le habían dejado atrás. Abandonado. Las manzanas, cayeron picoteadas por pájaros golosos mientras que a las fresas, se las llevaron niños que no podían resistir su encanto. Ahí estaba Kiwano, deprimiéndose, por no servir ni para estiércol.
Hasta que un día, llegó el camión. Una mano enguantada le envolvió cuidadosamente, en una cajita transparente que le impedía ocultarse. Al principio, se sintió aterrorizado, todos verían su horrible aspecto. Le llevaron a una caja grande, donde había muchos otros como él. A sus ojos, no eran feos. Tenían atractivos colores, un tacto amable, resistente y suave a la vez. Entonces, cayó en la cuenta de que, alguna razón habría para colocarle allí. Viajaron, lejos. Viajaron, hasta encontrar el frío. Viajaron, hasta mi mano curiosa. Que también supo apreciar el atractivo de lo diferente. De alguna forma, todos somos Kiwano.
La mayoría de los fallos, sólo existen en nuestros ojos. Intentemos observarnos tal y como como hacemos con nuestros seres queridos. No son tallas de pantalón ni pieles grasas, van más allá de malos pelos, narices enormes y ojos minúsculos. Todas tus amigas siempre serán las más guapas del mundo a tus ojos, porque las quieres y porque la belleza va más allá.
Beauty trascends body limits, consciousness gravitates beyond - don't let'em bound your joy.
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