Cuando eres pequeño, cavilas sobre qué serás de mayor. Cuando creces, te sigues preguntando acerca de aquello en lo que derivará tu existencia. Si envejecerás en el hielo, al sol o cerca de donde naciste. Si alcanzarás el éxito profesional o te mantendrás en la mediocridad alegre del aquel que tiene todo lo que necesita y tiempo, para disfrutarlo. Si tendrás una familia o te mantendrás en una existencia nómada. Si todo lo que te hace sonreír se evaporará, dejando la amargura atrás. Porque la falta lleva a la envidia, pero el haber, conduce al miedo. A perder. Tu amor, tu casa, tu trabajo, tu estabilidad, tu mamá y todo aquello, por lo que merece la pena levantarse un día más.
Simplemente, quiero que la vida no se me evapore en suspiros, ya que cada día, da una razón para sonreír. Pero a todos aquellos que, como me comentaba alguien hoy, se dedican a comparar su nivel de éxito - i.e. dónde vives, dónde trabajas, cuánto ganas, cuánto viajas, qué conduces, dónde cenas y tus hijos, cómo son? - con el de los demás, les dejaría un mensaje claro: No hay éxito comparable al de encontrarle el sentido al día a día. Pues como siempre me dijo mamá, todos empezamos en lugares distintos, todos recorremos un camino único y por lo tanto, de nada sirve comparar. Vive, al límite, sin más. Patina y no tengas miedo de resbalar.
1 comment
pufff
me ha encantado este post
que bien escribes y que razon tiene tu mama
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