Levantada desde las 5:30. Sin desayunar hasta las 9:30.
No me pueden mandar a trabajar con gente tan alucinante, porque me hablan mientras cenamos y me llenan de demasiada inspiración. Así que insomne como mi hermana, me levanto a plasmar pensamientos en mi querida documentación.
Sé que suena a workaholic, pero es genial tener oportunidades así. Como en India, enfrentar la realidad cara a cara, tomar muchas notas y volver a casa, a empujar por sacar algo bueno de verdad. Ir encontrando mi sitio en esta jungla profesional.
Como con Enrique. No sé, hay momentos en los que la vida parece encajar. Te sientes feliz y asustado, pues te gustaría congelar el tiempo, para que las cosas no cambiaran jamás.
No es posible, así que a aprovechar este momento en el que la vida te da… Razones por las que llorar de felicidad :_D
Vaya viaje movido que tuvimos al final. Como si fuera poco madrugar, coger el metro vestidos de pingüinos con todas nuestras pertenencias en maletas brillantes, sudando la camisa y cantando por bulerías en esa marea de beggars & occasional pickpockets, tuvimos que esperar en Gare Du Nord más de media hora, hasta que les diera por anunciar la vía del extremadamente caro tren de alta velocidad (oyes quejas del AVE, pero casi 150€ de Thalys?! Cómo se nota que se aprovechan de gente que no paga su billete… Pero viaja a Bruselas de manera regular)
El Thalys de delante reventó - llegando retrasado más de tres horas. El nuestro, aterrizó 30min tarde en Bruselas, donde nos esperaba una huelga de taxis! Pánico, es poco. Tres días de viaje por 4 países para un meeting de dos horas que estaba a punto de comenzar. Las 10. Una cola enooorme frente a la estación principal. Por suerte para nosotros, había taxistas que se dedicaron a reventar la huelga. Conseguimos un coche y aparecimos con 10min de margen. Un alivio que todo fuera como planeado. De ahí, al aeropuerto. A por una comida cara e insustancial. Dos horas de espera hasta que abren el check-in. Dejo mi maleta y agradezco la amabilidad de quien me acompaña, pues me cuela en la business lounge.
Allí, se sienta tras de mí alguien que me resulta familiar. Trajeado y solo, como la mayoría. Con su maleta naranja fosforita, relajándose tras de mí con unas patatas y una Leffe para pasar. Qué familiar me resultaba este hombre, con esa maleta tan brillante y esa talla tan menuda, tenía que ser Ejpañol. Si me sonaba su cara de la tele y estaba en Bruselas, debería dedicarse a la política internacional. Me dio vergüenza fotografiarle. Me parecía injusto, pues el blanco oasis de SAS es un entorno donde todo el mundo debería tener derecho a que lo dejen EN PAZ. En fin, aquí va mi guess on who he was...
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