Enrique me prometió que si era buena, me llevaría a las ferias. Con las fechas que se acercan, uno no puede arriesgarse a ser malo, así que terminamos pasando el día festivo como dos enanos.
La niña se nos adelantó en el panda de choque. Bastante apabullante, la versión nipona de los autos de choque en forma de panda pseudo caminante, que puedes chocar con sus semejantes.
Thomas, también andaba por allí, pero sin friends.
Anpanman, siempre dispuesto a darte una vuelta por la ciudad.
… llegamos a la atracción final.
El pobre mono vestido de Santa, que se dedicaba a hacer acrobacias, a cambio de unas monedas y muchas caricias de su tirano dueño.
Sobredosis de azúcar, que nunca viene mal.
Sí, me relamo de pensarlo, porque no lo pienso probar - bueno una cucharadita nada más.
En Tokyo, los adultos leen mangas en el tren, las mujeres adultas llevan muñecajos colgando del móvil y las obras tienen vallas con animalitos. En un entorno tan sumamente kawaii te dan ganas de volver a la infancia o al menos, de dejarte llevar por este entorno tan cute. Como muestra un botón, los subtítulos con los que practico la lectura… Cortesía de Kara.
2 comments
Me ha encantado el panda de choque, aunque es un contrasentido en sí mismo.
Y del helado sólo diré que hoy soñaré con chocolate ¡que pinta!
Besines.
Ana.
Pues la otra niña, porque no cabía en la doto. Eran dos gemelas, vestidas igual, cada una montada en un panda. Con una especie de mazinger Z al fondo, la escena no tenía ningún sentido. Daría un brazo por poder traerme a mis primitos a Tokyo. Lo iban a pasar genial!
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