La mayoría de la población en Korea del sur (56.9%) carece de afiliación a una religión mayoritaria. El resto, se distribuye entre Protestantes (19.7%), Católicos (7.9%) y Budistas (15.5%) - de ahí la cantidad de iglesias que me cruzo de camino al trabajo, si 1/4 de la gente son Cristianos!
Pero a qué se debe esto? El Budismo fue suprimido durante el período Joseon (1395 - 1910) que apoyaba el Confucianismo Koreano. La fé Cristiana era la predilecta de las clases sociales elevadas, durante las últimas décadas antes de la ocupación Japonesa, que veían cómo la sociedad Confucianista se derrumbaba ante sus ojos. Lo interesante es que su propia tradición, el chamanismo coreano (mugyo, 무교) tenga una penetración anecdótica, como resultado de las múltiples campañas en su contra conducidas desde el 1500, culminaron en el movimiento para destruir la superstición "misin tapa undong" 미신 타파 운동 entre 1890-1980 que terminó por destruir completamente el patrimonio cultural.
El templo que visitamos en este post se llama Jogyesa, representa a la orden budista Jogye desde 1395, cuando se fundó bajo el nombre de Gakhwangsa. Pese a la ocupación Japonesa, este templo resistió cual fortaleza estandarte del Budismo koreano, con lo que en 1938 terminaron por invertir en el hall con los 3 buddhas y designarlo templo principal de los Jogye.
Jogyesa ofrece el temple life program en el que, por unos 30€ puedes pasar una tarde (1-4PM) meditando, haciendo linternas, pintando con bloques de madera y tomando el té cual monje cualquiera. Los motivados pueden optar por el temple stay que consiste en quedarse una temporada, para interiorizar más las enseñanzas y prácticas, así como familiarizarte con el budismo koreano.
De mis 4 visitas anteriores a Seoul - parece mentira, pero voy por la quinta, sólo había tenido tiempo de visitar Jogyesa en invierno. De ahí mi sorpresa al encontrarme con este maravilloso festival de la flor de Loto. Si viajáis a Tailandia o visitáis un templo budista en cualquier otro sitio, acordaos de este post y mirad con atención. Seguro que hay mil flores de loto, en las pinturas, en las manos o en la base de los Buddhas. Las flores de loto son un símbolo Budista muy importante, que representa la naturaleza real de las cosas, imperturbable por el barro del mundo y se realiza a través de la iluminación.
A la entrada del templo nos saludan los guardianes, un poco como en Japón. Uno violento, el otro musical. El de la derecha se llama Misshaku Kongō 密迹金剛 y tiene la boca abierta, representando la primera letra del sánscrito अ que se pronucia "a". El de la izquierda se llama Naraen Kongō 那羅延金剛 y con la boca cerrada, representa la última letra del sánscrito हूँ que se pronuncia "ɦūṃ". Juntos, representan el principio y el final de todas las cosas, un poco como el alfa y el omega del budismo. Esta pareja recibe diferentes nombres, en Japón los llaman Niōmon 仁王門, en China hēnghā èr jiàng 哼哈二将 y en Korea Geumgangmun 金剛門, pero al final representan lo mismo.
La entrada al templo está cubierta de macetones de flores de loto, que no podemos dejar de admirar, pues no es común ver una flor acuática tan de cerca y en diferentes etapas de florecimiento.
Los pajarillos se paran a beber en esta fuente que rodea al pequeño Buddha dorado. Igual que vimos en Bangkok, es común cubrir las estatuas de pan de oro.
Nunca habría imaginado que un loto sería así por dentro.
Este Buddha me transmite muchísima paz.
En Jogyesa abundan las ofrendas. Flores, linternas y kilos de comida se agolpan en torno a los buddhas.
Frente al hall donde están los 3 buddhas principales - no se aprecia bien en la foto lo ENORMES que son, de los que no pudimos hacer ninguna foto mejor ya que las fotos están prohibidas, se agolpan muchas otras linternas con forma de pez, que imagino puede que tengan algo que ver con el simbolismo de la familia - igual que las carpas la representan en Japón. En el interior del hall, hay una cantidad impresionante de comida (sacos de arroz apilados, fruta) en torno a los buddhas y muchísimas linternas con forma de flor de loto, cada una con un papelillo en el que se escribe el nombre de quien hace la donación. Dado que llegamos en plena ceremonia, me acerqué discretamente a mirar sin intentar hacer ninguna foto, ya que está prohibido.
Los templos me encantan, pero eso imagino que se me ve en la cara.
No sólo por la paz que transmiten sino por la belleza de todos sus rincones, atención a los delicados grabados y policromías en los muros de madera que delimitan el hall principal del templo. Precioso.
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