Fight for your right to party!
Es irónico que un caballo de la Guardia Real se desboque a medio día, en pleno desfile y se cruce la ciudad a toda pastilla, dejando a los suecos boquiabiertos, con dirección a Hagaparken. 13km en 7min. Sin más destino que los verdes prados que rodean el agua de uno de los mayores lagos de la ciudad y constituyen uno de los parajes más bonitos de la ciudad.
El caballo es una inspiración a seguir por tu camino, por faldones ridículamente monárquicos que te planten. Méate en todo, da una coz cuando menos lo esperen y sal por patas. Aunque la policía termine a tiros con tu intento, al menos te sentirás libre y vivo, aunque sólo sea una puñetera vez en tu vida. Algo bueno nos habrá traído la Monarquía, aunque sólo sea el caballo desconocido demostrando que somos dueños de nuestro destino, tan sólo es una cuestión de luchar.
De luchas y fracasos está la zona Euro llena. Aquí nos frotamos las manos, cuando vemos a la moneda común desplomarse. Triste pero cierto, todo el mundo se alegra de la desgracia ajena - siempre y cuando le vaya una tajada en ello. Los Madridistas aplauden al Inter, los suecos a Grecia.
Mamá critica a los alemanes porque dice que desprecian a los sureños. No creo que sea algo tan simple como la mera discriminación racial. Como ya he comentado alguna vez, la eugenesia no es más que el clavo ardiente al que se agarró una Alemania que habiendo sido un imperio, veía su esplendor desaparecer sin signo de recuperación tras una ardua guerra Mundial: "Estamos jodidos, pero es culpa de los morenos... Peor cuanto más judíos" Simple excusa para buscar un cabeza de turco fácilmente reconocible, al que culpar de todos los males del Universo.
Si Alemania no quiere ayudar, qué les podemos reprochar?
Por mucho que seamos una zona Euro, por mucho que estemos unidos, al final siempre, siempre, siempre, se convierte en el cuento de la cigarra y la hormiga. No hay botes de salvación llenos de dinero que naveguen de Sur a Norte, verdad? Irónicamente, siempre ocurre al revés. Entiendo que ningún país que lucha por su industrialización y por un desarrollo sólidamente sostenible acepte con una sonrisa el andar pagando los platos rotos de los mediterráneos. Sí. Esos que crecen sin orden ni concierto, que se creen ricos cuando sólo saben poner cañas y apilar ladrillos. Porque en España todos hablan, en el bar. Todos protestan, en familia. Pero nadie se organiza, nadie presiona y nadie actúa consecuentemente cuando hay que hacerlo.
Pero eso ocurre en otros sitios, creáme. Y funciona. Perfectamente. Ahora se anda debatiendo la reconstrucción de Slussen, el entresijo de carreteras que da la bienvenida a nuestro adorado Söder, puede cambiar completamente para convertirse en un área moderna, de amplias avenidas y rectos puentes. Eso es lo que modelan los arquitectos. Y de momento, lo que anda planeado. Pero de ahí a que se complete, va un trecho. Porque si de algo se jactan los ciudadanos de Estocolmo es de su perseverancia a la hora de proteger la ciudad, de su cabezonería a la hora de protestar y de su poder, para parar lo que la mayoría no acepta.
El ser dueños de nuestro destino nos hace responsables de nuestras alegrías y desgracias. No hay culpables más allá, ni brujas que todo lo puedan arreglar. Sólo la esperanza unida a la perseverancia se convierten en receta válida para mejorar.
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