So many things I will never get.
De pequeña, todo era más fácil. La señorita siempre tenía razón, el médico un sabio y mi padre, una buena persona que gritaba a esta niña malcriada. De pequeña, podía inflarme a galletas con mantequilla y mermelada, a cucharadas de colaCao para merendar. De pequeña, había poco que estuviera mal - salvo el ser la empollona de clase, con unas gafas que no venían a ser de lo más popular.
Los años pasan, las cosas cambian. Ahora tienes internet, no te fías ni de tu sombra y ves, aquel mundo en el que todo era blanco - o negro - en una escala de grises que es complicado diferenciar. Todos somos humanos, todos cometemos errores. Trabajas con padres que comparten las frustraciones propias de su mediana edad, con abuelos cuya experiencia dobla tu edad, con mucha gente buena a la que hay que coger el tranquillo para llegar a razonar.
A veces, me llenan el día de frustraciones, otras veces de alegrías. Últimamente, me dan mucho que pensar. Será que cada vez estoy más inflamada, que cada día me cuesta más aguantar. No sé, el caso es que a menudo, me paro y pienso en lo que conduce a la gente a actuar.
Mañana es mi décima visita al médico desde que comenzó el temporal. Mil análisis de sangre, una resonancia magnética, trescientos millones de pastillas, parches y todo lo demás. Consejos que he seguido sin rechistar, para terminar inmóvil, insomne, agotada y con una barriguita de premamá.
Y me pregunto, por qué sigo escuchando? Por qué trago pastillas?
Me han arruinado el día a día. No tengo ganas de ná. Supongo que no es el hastío en sí, sino mi falta de convencimiento. No hay mejoría alguna ni una luz tras este temporal. Los días pasan, yo ahí me quedo, doblando el morrito, suplicando piedad. A ver si alguien me escucha y le pone final, acá o en el mas allá.
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