Our mums are back in Japan! ^_^
Nunca me cansaré de decir lo mucho que me gusta Kamakura. Si es de la mano de mi mamá, especialmente. Supongo que es sencillo entender cómo me siento, al estar con ella una vez al año. Gajes del oficio, no por ello menos dolorosos.
Está mejor que nunca, va al gimnasio, cose, se mantiene activa física y mentalmente. Pero el tiempo no se detiene. Para nadie. Aquel terror con el que sollozaba hasta dormirme cuando era pequeña - "no me dejes mamá" - retumba, de vez en cuando, en mi cabeza.
Alguien me dijo una vez, que los adultos son niños que han aprendido a ocultar sus sentimientos. No podría estar más de acuerdo. Esa misma persona, es la que me enseñó a trazar un plan a largo plazo y descomponerlo en acciones que puedas ejecutar, cada día.
Ella, me inspira a seguir adelante. Hasta que alcance ese momento en el que la distancia se haya convertido en algo que recordar, pero no revivir jamás. Es el mal común del expatriado, pero para un hijo único (como somos nosotros dos) tus padres vienen siendo lo único que tienes en este mundo - aparte del uno al otro, evidentemente.
Pensaremos en positivo, dando gracias por disfrutar de la imagen más espiritual que me levo grabada, tras estos casi dos años en el lejano oriente: El Gran Buddha, de Kamakura.
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