La gente que te quiere son como las estrellas, no las ves, pero sabes que siempre están allí.
Resulta imposible encontrar una imagen que refleje cómo me siento, así que me remitiré a la naturaleza. Porque cuando la felicidad brilla desde tu interior, te llena de una tranquilidad semejante a la que se respira al observar al buey camuflado en la pradera pirenaica. Aunque en este caso, también se puede apreciar esa gran diferencia que define la línea entre el ser humano y el animal: El primero es inherentemente social y se define a base de interactuar con sus semejantes, en cualquier tiempo y lugar.
Me explico.
Mientras que Herr Buey se contenta con pastar, darse algún paseo y ver el agua correr, nosotros necesitamos mucho más. Una vez suplidas las básicas necesidades vitales... La comida y el cobijo nos dan bastante igual, pues la verdadera realización espiritual se alcanza únicamente a través de los demás. Como consecuencia de la esencia del desarrollo humano, el volver a reunirnos con estas personas que en mayor o menos medida han formado parte de nuestra vida, nos llena de una extrema felicidad.
A qué se debe esto?
Mi teoría es simple, simplemente fundamentada en mi proceso mental. El volverte a ver, activa recuerdos. Tantos más, cuanto más hayas compartido con esa persona en particular. Inconscientemente, entiendes lo importante que ése otro alma ha sido a lo largo de tu formación como individuo en la sociedad. Lo que activa la fibra emocional, pues llegas a la clara conclusión de que si no fuera por esos momentos que compartisteis en algún punto, no habrías llegado a donde estás. Te emocionas. Se te cae a la lagrimica, aunque no seas de llorar. Porque la familia no es únicamente genética y las relaciones no pesan en tiempo, sino en calidad.
En España seremos malos con la industria, pero somos el mayor productor mundial de felicidad. Así que, gracias a todos los que elevasteis mi alma a ese cielo donde las estrellas (que sois vosotros) siempre están. El sábado 17 se convirtió en las menos de 24h más intensas que puedo recordar. No estaba borracha, ni cansada, sólo en shock por los miles de recuerdos golpearon mi fibra emocional. Porque estoy acostumbrada al silencio, a la soledad, a tener a Enrique... Y poco más. Pero me vuelvo hinchada de amor, casi sin palabra que articular. Aunque fuera un día largo, con demasiado alcohol y comida para lo que mi maltrecho organismo puede soportar, estuve extasiada a un nivel sobrehumano.
Having you there, meant the world for us.
Gracias a todos, de verdad.
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