Fascinating Gheisha.
Siempre me impresionaron las mujeres japonesas. Pero cuanto más las veo, más irrealmente perfectas me resultan. Carecen de pelo, de grasa, de vulgaridad. En su piel aterciopelada y sus gestos tímidamente femeninos, no queda espacio para la imperfección. Sonríen, caminan, miran el teléfono o se acicalan en la más absoltua armonía, dejándonos a las occidentales como meros travelos. Presión social, mameras o simples diferencias sociales, el caso es que tu pelo nunca brilla como el suyo, por mucho Tsubaki que emplees cada día.
Será mi soltería forzada, la que me lleva a darle tantas vueltas a los detalles que para muchos pasan inadvertidos. Aún así, mientras rezo por que el pobre Enrique no tenga que pasar la noche en vela trabajando - me lo arrebataron el Domngo y nadie tiene demasiado claro que sobreviva lo que le queda, para descubrir nuestro nuevo hogar el finde próximo - guardo credos, para despertar mañana como local. Pálida, frágil y amanerada. Todo lo que aquí el elefante a la carrera, no es.
En fin. Todos añoramos algo en esta vida. Pero lo importante es tratar de aceptarnos y seguir adelante, tengamos o no muy claro el por qué.
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