Jupiters se convirtió en el alojamiento más memorable de nuestro periplo australiano, con mucha diferencia. Desde los cómodos restaurantes dentro del hotel, donde la calidad salía a un precio más que razonable, hasta el encanto del lago que rodea el edificio o lo curioso del casino, donde nunca jugamos pero entramos a cotillear. Una atención al cliente impresionantemente competente y servicial, donde te ayudaban igual a reservar un tour por el zoo como a coger el transporte público hacia el aeropuerto. Siempre listos con la respuesta que necesitas, sin titubeos ni ganas de cobrarte más.
A veces las apariencias engañan y en este caseo, me equivoqué de lleno. Las gente casposa que rebosaba en el bar la niche de Año Nuevo no tienen nada que ver con la placentera experiencia de alojarte allí. Así que si pasas por Gold Coast y Broadbeach es una opción (el paseo por la playa hasta Surfers' Paradise es bastante buena manera de empezar el día) atento a las ofertas en booking.com. Quizás tengas tanta suerte como nosotros y puedas quedarte allí, sin pagar un riñón.
En fin. Soñaré con las vacaciones, tras la paliza que nos acabamos de dar desempaquetando más cajas. El cuento de nunca acabar es esto de mudarte a otro país.
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