
Love, the meaning of love...
Hoy que es día de San Valentín, se hace bastante obvio lo mal que se me dan estas cosas. No soy de las que llora cuando me regalan una rosa, ni me muero de ilusión por salir a cenar los dos solos a un sitio especial. No me hago la dura, sólo soy sincera conmigo misma y reconozco que estas cosas, no me acaban de llenar.
Porque cada relación es un mundo y la nuestra, como dijo alguien hace un tiempo, se asemeja más a un equipo de escalada, que a los príncipes Disney. Ni mejor ni peor, simplemente diferente.
A estas alturas, supongo que es obvio lo que me fascinan las personas, las relaciones, los roles sociales y las tensiones que de ellos se generan. A lo largo de este tiempo en Japón, he hablado de muchas cosas. De cómo viajan, se expresan, se maquillan y de las tensiones que todo esto genera.
Semanas atrás, de camino a un customer meeting, hacíamos chistes acerca de la infelicidad que creemos observar en muchas parejas mixtas de extranjero-japonesa (especialmente en los casos donde ella no se ha criado/educado fuera de Japón) porque muchas parecen terminar, a la larga, en un vacío para ambas partes. Quizás sea que ver estos casos en mi entorno (en los salaryman que se encaminan a los girls' bar, en mi camino de vuelta a casa o los que me cruzo borrachos en Roppongi) me da por pensar, por investigar y por contar este tipo de historias.
Sin embargo, hoy me centraré en las debilidades en una pareja igual.
Donde ambos están altamente educados, tienen empleos bien pagados e ideas claras acerca de los objetivos que alcanzar. Donde ambos son mutuamente independientes (al menos económicamente), tienen mucho que perseguir y ninguna razón para tragar. Las decisiones se hacen muy complicadas, en comparación con una pareja donde el poder (sea matriarcal o económico) está claramente depositado en un individuo.
En una pareja igual, ambos son capaces de articular razones muy lógicas, con las que justificar su preferencia personal. Si siguen juntos, es porque su visión suele coincidir. Por desgracia, la mayoría de las veces no es lo mismo que siempre. Cada uno define lo prescindible de una manera personal.
El desacuerdo, se convierte en la tragedia más dramática que puedas imaginar. Esto es, lo que no sale en las películas. No es cuestión de cuernos, ni de falta de amor, sino de una elección existencial. De una situación en la que no hay opción beneficiosa para ambos. En la que, hagas lo que hagas, uno de los dos, sale perdiendo. En la que el término medio carece de sentido, porque sólo supondría dejar a ambos sin hacer su preferencia realidad. Aparece la tensión, el rencor, el miedo, el desengaño. Todo pierde el sentido, se hace el silencio, tan sólo roto por lágrimas - en lugar de palabras, de quien está tan machacado que ni piensa con claridad.
Es en momentos así, nos salva la magia de San Valentín. Me explico. En momentos así, lo único que ayuda es dar un paso atrás. Reflexionar en el objetivo principal de tener una relación, en lo que conlleva una vida en común, en lo que salud y enfermedad significan hoy en día.
Convivir con alguien crea un lazo espiritual con otra persona, que llega a ser tan fuerte, que la empatía se convierte en resonancia emocional i.e. ver sufrir a quien tienes cerca te impide ser feliz.
Incapaz de imaginar la vida sin el otro, alguien termina por dar su brazo a torcer. Está destrozado, pero sólo le queda confiar. En que eso la magia de San Valentín sea realidad. En que la felicidad del otro termine por hacerle resonar, en que sea suficiente para cerrar esa herida sangrante y olvidar que hubo un día en que dejó sus ilusiones atrás... Por hacer las de otro realidad.
No hay dos bodas iguales. Ni pareja que tenga sentido comparar.
Hay quien va en metro, quien invita a un cura de atrezzo, quien se trae unos caballos andaluces y quien se enfunda un kimono con el que no puede andar. Cada relación es un mundo. Que desde fuera, carece de sentido juzgar aunque a veces haya miradas que transmitan una absoluta felicidad. De esas que dan mucho en lo que reflexionar. En lo que importa de verdad y de lo que se puede pasar.
No hay dos bodas iguales. Ni pareja que tenga sentido comparar.
Hay quien va en metro, quien invita a un cura de atrezzo, quien se trae unos caballos andaluces y quien se enfunda un kimono con el que no puede andar. Cada relación es un mundo. Que desde fuera, carece de sentido juzgar aunque a veces haya miradas que transmitan una absoluta felicidad. De esas que dan mucho en lo que reflexionar. En lo que importa de verdad y de lo que se puede pasar.
3 comments
Te digo, por experiencia personal, que nos creemos más fuertes de lo que somos, y cuando en la lucha de intereses decides dar el paso, te das cuenta, una vez metida en faena, de cuánta falta de sentido tiene toda la pantomima del éxito, y dónde está el centro de gravedad de la felicidad personal. El precio de enterarte de esto, es ponerte al borde del precipicio, porque antes, hasta un pasito antes, todas nos creemos superman.
Feliz San Valentin. Píntate la pestaña, ponte el tacón... y a cenar. Que esos pequeños momentos salvan la semana :)
Las 7:30, nevando en Tokyo y de camino a casa. Al menos vamos juntos en el tren y hemos tenido un día "igual de malo" así que será una de peli y manta, creo yo, porque no damos de más. Al menos. No hoy.
Ya me pondré un pijama rojo, en tu honor ;)
Plan de peli y manta es siempre un plan A. :) Enjoy.
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